lunes, 14 de junio de 2010

LAS PINTURAS DE SAN PEDRO DE ARLANZA. CAPÍTULO PRIMERO

EN EL QUE SE APUNTA A UNA RECONSTRUCCIÓN DE SU ASPECTO ORIGINAL

Aviso: la lectura de este artículo puede ser (¿todavía?) más árida que de costumbre. Esto se debe a que, en el fondo, su objetivo es hacer una sinopsis de la mayor cantidad posible de información sobre las pinturas y su historia. Disculpas de antemano.

Reconstrucción de la sala con las pinturas

Nota: la bóveda no corresponde con la cubierta original, seguramente de madera.

En este post y en el siguiente hablaremos de las pinturas románicas de San Pedro de Arlanza, obra maestra de la pintura tardorrománica castellana y trágico ejemplo de abandono institucional y mercadeo de nuestra historia... pero de momento vamos a dejar esta parte de lado, y centrarnos en el arte en sí.

San Pedro de Arlanza. Ruinas

El monasterio de San Pedro de Arlanza, cuyos orígenes se remontan seguramente al siglo X, fue uno de los monasterios más importantes e históricos de Castilla. Vinculado al conde fundador Fernán González, que se encontraba allí enterrado, su relación con la monarquía castellana fue estrecha durante la Edad Media. En la segunda mitad del siglo XI se emprende la total renovación del edificio en lo que será una de las primeras grandes obras románicas en Castilla.

Las pinturas en cuestión se encontraban en origen ocupando la planta superior de una construcción de dos plantas adosada al claustro, de las que la inferior fue sala capitular. Decoraban seguramente los cuatro muros, aunque el muro oeste se había perdido al sustituirlo por una arquería barroca.

San Pedro de Arlanza. En rojo, la sala de las pinturas

Se trata de unas pinturas poco comunes por su marco y temática profanos; el único conjunto similar en España parece ser el de la sala capitular de Villanueva de Sigena (Huesca). En ambos casos el contexto parece haber sido similar: una sala utilizada por los dignatarios que visitaban el monasterio, favorecido por la nobleza y los reyes; aunque en el caso de Arlanza la falta de datos no permite asegurarlo.

Otra reconstrucción de la disposición de las pinturas en la sala

Las pinturas estaban distribuidas por los tres muros originales conservados en la dependencia. En cada uno de ellos se encuentra un vano central a los lados del cual se distribuyen las escenas principales. Estas están distribuidas en cuatro bandas. La inferior es lisa de color granate; sobre ella se encuentra un friso con escenas y figuras diversas, blancas sobre fondo rojo o azul. Por encima de ella están los paneles principales, de grandes dimensiones; estos muestran, enfrentados a cada lado del vano, un animal cada uno sobre un fondo de decoración vegetal o arquitectónica; son las piezas más vistosas y de mejor calidad. En las enjutas de los arcos se disponen pequeñas figuras, básicamente aves y castillos. Coronándolo todo y uniendo todas las escenas corría un friso con motivos geométricos y vegetales del que apenas quedan restos.

Muro por muro, la decoración se dispone como sigue:

Muro norte. Reconstrucción

Muro norte: se inicia con un fragmento de escena con decoración vegetal, cuya continuación sería destruida por la reforma de la sala en época barroca que abrió tres arcos en el muro oeste. Sigue una puerta rematada con las armas de Castilla, un bonito castillo en oro sobre campo de gules. A continuación, los paneles principales. A la izquierda, una suerte de ave de largo cuello y patas, y bajo ella un friso de aves. El de la derecha no se conserva, aunque en dibujos se recoge un fragmento de ala que podría indicar otra ave similar, mirando en la misma dirección. Entre ambos paneles se hallaba una ventana en arco de medio punto de aspecto tardío apoyado sobre capiteles de decoración difícil de reconocer. Se conserva la pintura de una de las enjutas de esta ventana, con un bicho fantástico.

Muro este. Reconstrucción

Muro este: en el centro de este muro se encontraba el acceso principal a la sala, en forma de arco escarzano con pequeños pájaros en las enjutas de los que se conserva el sur. Lo flanqueaban dos grandes leones afrontados junto a escenas arquitectónicas, la norte de aspecto islámico (o simplemente de tradición mozárabe) y la sur de apariencia románica. El mejor conservado es el sur; el norte está en paradero desconocido. Sólo se ha conservado el friso sur, con figuras de peces.

Muro sur. Reconstrucción

Muro sur: es el que mejor se había conservado. Estaba centrado en torno a una ventana geminada con un castillo pintado entre ambos arcos. Los dos paneles principales se conservan: el izquierdo con un imponente grifo y el derecho con un no menos espectacular dragón. Detrás de ambos, elementos vegetales. El friso inferior es el más variado de todo el conjunto; muestra diversas figuras animales, humanas o fantásticas interactuando en lo que casi parecen representaciones de fábulas, idea reforzada por la antropomorfización de los animales.

Podemos advertir en estas pinturas una distante influencia de la iluminación mozárabe, patente en el tratamiento de los motivos arquitectónicos y, sobre todo, en el empleo de bandas de colores planos como fondo de las figuras. Sin embargo, se encuentran mayores parecidos con las miniaturas de códices muy posteriores. Hay, en particular, similitudes notables con algunas de las miniaturas del Tumbo A de la Catedral de Santiago de Compostela (1) (2), sobre todo en la expresión de los leones con bigotes. Esto las situaría en la transición del Románico al Gótico, lo conocido como "arte 1200". Los autores de la obra, y también de las mencionadas miniaturas, podrían ser de origen británico.

Una crónica de 1563 señala que hacia el año 1138 el maestro Gudesteus o Endestens realizó las pinturas de la sala capitular, así como de iglesia y galerías; en algunos casos se ha asumido que se trataba de estas de las que hablamos. Sin embargo, no parece razonable asignar a estas pinturas una cronología tan temprana, por lo que podemos pensar que la obra de Gudesteo supuso la decoración, ahora desaparecida, de otra dependencia, quizá la planta baja de esta.

Créditos de las reconstrucciones: elaboración propia sobre dibujos de J. Sureda y J. Gudiol y fotografías de autores varios. De la fotografía aérea: elaboración propia sobre SigPAC

domingo, 3 de enero de 2010

MAESTRO DE SAN FELICES

Santa Olalla. Calvario

De todos es conocida la afición que existía en época románica por la pintura mural, empleada para decorar las paredes de las iglesias con narraciones didácticas.

Esta costumbre, aunque no desapareció del todo, se fue perdiendo gradualmente con la llegada del gótico, al imponerse las decoraciones murarias más abstractas o la piedra vista. La pintura sobre tabla, ya empleada antes, pasó a tener un papel predominante.

Sin embargo, el gótico, estilo principalmente urbano y de grandes construcciones, no se impuso con la misma velocidad en todo el territorio; en las zonas más rurales y depauperadas, la influencia del románico se mantuvo hasta bien entrado el siglo XIV, aunque en una forma muy tosca y adulterada cada vez más por el nuevo estilo. Algunos aspectos de la mentalidad románica sobrevivieron incluso bastante más tiempo; el empleo de las pinturas murales con finalidad narrativa sería uno de ellos.

Un magnífico ejemplo de esto son los conjuntos pictóricos desarrollados por el llamado Maestro de San Felices, ya bien entrado el siglo XV, en varias iglesias románicas del sur de Cantabria y norte de Palencia. Los más relevantes son los de San Felices de Castillería, Valberzoso, San Cebrián de Mudá, Revilla de Santullán, Las Henestrosas de las Quintanillas y, sobre todo, los de Mata de Hoz y Santa Olalla.

Aunque la línea de las figuras, cierto movimiento en las composiciones o la complejidad de la temática delaten que se trata de pinturas góticas tardías relacionadas con la escuela castellana, todavía conservan muchas características herederas del románico; el empleo de colores terrosos, la composición en viñetas, el dibujo a línea y el propio concepto de cubrir todo el muro con una narración didáctica son algunos de ellos.

Las imágenes que aquí se muestran son de la iglesia de Santa Olalla de la Loma, en el valle cántabro de Valdeolea, y de la de Revilla de Santullán, en Palencia.

Santa Olalla de la Loma

La propia iglesia de Santa Olalla, con sus ábsides planos, bóvedas de cañón apuntado y toscos canecillos convexos es un ejemplo paradigmático de románico "anacrónico" y muy rural, seguramente de finales del siglo XIII o principios del XIV. En su ábside principal se encuentran las pinturas, descubiertas en los años cuarenta, en un estado de conservación envidiable.

Santa Olalla de la Loma. Pinturas

En este caso se ha reperesentado la pasión de Cristo así como los milagros de Santa Eulalia y otras escenas de santos como San Miguel pesando las almas o Santiago Matamoros, esta última con posibles fines propagandísticos en un momento en el que los reinos musulmanes en la Península habían sido sometidos casi por completo.

Santa Olalla. San Miguel pesando las almas

Santa Olalla. Milagro de Santa Eulalia

Santa Olalla. Santiago Matamoros

De la Pasión se representan la Última Cena, la traición de Judas, la Flagelación, el camino del Calvario, la Crucifixión, el Descendimiento, la Piedad, el descenso de Cristo a los Infiernos y la Resurrección. Sorprende la gran dimensión del Descenso a los Infiernos animado con toda suerte de tormentos y demonios; ¿otro elemento de propaganda, esta vez explotando el miedo al fuego eterno?

Santa Olalla. Última Cena

Santa Olalla. Infierno

En la iglesia de Revilla de Santullán las pinturas se han conservado peor; parte de ellas fueron adquiridas por particulares británicos. Se representan escenas desordenadas de la Vida y Pasión de Cristo.

Revilla de Santullán. Pinturas

Resulta llamativo el contraste entre la Presentación en el Templo, que se hace eco de las innovaciones renacentistas en el tratamiento del espacio aunque mal entendidas, y el Pantocrátor de actitud casi románica.

Revilla de Santullán

Lo completo de las narraciones, plagadas de referencias bíblicas, hace pensar que el "Maestro de San Felices" tenía bastantes conocimientos de las Escrituras, pudiendo tratarse de un clérigo.

Se suele decir que estas pinturas, a pesar de no ser de una gran calidad artística, tienen un gran valor como documento histórico del desarrollo del arte popular al margen de los grandes centros de creación. Personalmente sí me parecen valorables artísticamente, al menos desde un punto de vista actual. Y a la hora de conseguir el efecto necesario, a pesar de sus limitaciones técnicas, son igual de eficaces que las pinturas de los mejores maestros.

N.B. Las fotografías de Revilla de Santullán son de Carlos Calderón Ortiz