De todos es conocida la afición que existía en época románica por la pintura mural, empleada para decorar las paredes de las iglesias con narraciones didácticas.
Esta costumbre, aunque no desapareció del todo, se fue perdiendo gradualmente con la llegada del gótico, al imponerse las decoraciones murarias más abstractas o la piedra vista. La pintura sobre tabla, ya empleada antes, pasó a tener un papel predominante.
Sin embargo, el gótico, estilo principalmente urbano y de grandes construcciones, no se impuso con la misma velocidad en todo el territorio; en las zonas más rurales y depauperadas, la influencia del románico se mantuvo hasta bien entrado el siglo XIV, aunque en una forma muy tosca y adulterada cada vez más por el nuevo estilo. Algunos aspectos de la mentalidad románica sobrevivieron incluso bastante más tiempo; el empleo de las pinturas murales con finalidad narrativa sería uno de ellos.
Un magnífico ejemplo de esto son los conjuntos pictóricos desarrollados por el llamado Maestro de San Felices, ya bien entrado el siglo XV, en varias iglesias románicas del sur de Cantabria y norte de Palencia. Los más relevantes son los de San Felices de Castillería, Valberzoso, San Cebrián de Mudá, Revilla de Santullán, Las Henestrosas de las Quintanillas y, sobre todo, los de Mata de Hoz y Santa Olalla.
Aunque la línea de las figuras, cierto movimiento en las composiciones o la complejidad de la temática delaten que se trata de pinturas góticas tardías relacionadas con la escuela castellana, todavía conservan muchas características herederas del románico; el empleo de colores terrosos, la composición en viñetas, el dibujo a línea y el propio concepto de cubrir todo el muro con una narración didáctica son algunos de ellos.
Las imágenes que aquí se muestran son de la iglesia de Santa Olalla de la Loma, en el valle cántabro de Valdeolea, y de la de Revilla de Santullán, en Palencia.
La propia iglesia de Santa Olalla, con sus ábsides planos, bóvedas de cañón apuntado y toscos canecillos convexos es un ejemplo paradigmático de románico "anacrónico" y muy rural, seguramente de finales del siglo XIII o principios del XIV. En su ábside principal se encuentran las pinturas, descubiertas en los años cuarenta, en un estado de conservación envidiable.
En este caso se ha reperesentado la pasión de Cristo así como los milagros de Santa Eulalia y otras escenas de santos como San Miguel pesando las almas o Santiago Matamoros, esta última con posibles fines propagandísticos en un momento en el que los reinos musulmanes en la Península habían sido sometidos casi por completo.
Santa Olalla. Milagro de Santa Eulalia
Santa Olalla. Santiago Matamoros
De la Pasión se representan la Última Cena, la traición de Judas, la Flagelación, el camino del Calvario, la Crucifixión, el Descendimiento, la Piedad, el descenso de Cristo a los Infiernos y la Resurrección. Sorprende la gran dimensión del Descenso a los Infiernos animado con toda suerte de tormentos y demonios; ¿otro elemento de propaganda, esta vez explotando el miedo al fuego eterno?
Lo completo de las narraciones, plagadas de referencias bíblicas, hace pensar que el "Maestro de San Felices" tenía bastantes conocimientos de las Escrituras, pudiendo tratarse de un clérigo.
Se suele decir que estas pinturas, a pesar de no ser de una gran calidad artística, tienen un gran valor como documento histórico del desarrollo del arte popular al margen de los grandes centros de creación. Personalmente sí me parecen valorables artísticamente, al menos desde un punto de vista actual. Y a la hora de conseguir el efecto necesario, a pesar de sus limitaciones técnicas, son igual de eficaces que las pinturas de los mejores maestros.