Aviso: la lectura de este artículo puede ser (¿todavía?) más árida que de costumbre. Esto se debe a que, en el fondo, su objetivo es hacer una sinopsis de la mayor cantidad posible de información sobre las pinturas y su historia. Disculpas de antemano.
Reconstrucción de la sala con las pinturas
Nota: la bóveda no corresponde con la cubierta original, seguramente de madera.
En este post y en el siguiente hablaremos de las pinturas románicas de San Pedro de Arlanza, obra maestra de la pintura tardorrománica castellana y trágico ejemplo de abandono institucional y mercadeo de nuestra historia... pero de momento vamos a dejar esta parte de lado, y centrarnos en el arte en sí.
El monasterio de San Pedro de Arlanza, cuyos orígenes se remontan seguramente al siglo X, fue uno de los monasterios más importantes e históricos de Castilla. Vinculado al conde fundador Fernán González, que se encontraba allí enterrado, su relación con la monarquía castellana fue estrecha durante la Edad Media. En la segunda mitad del siglo XI se emprende la total renovación del edificio en lo que será una de las primeras grandes obras románicas en Castilla.
Las pinturas en cuestión se encontraban en origen ocupando la planta superior de una construcción de dos plantas adosada al claustro, de las que la inferior fue sala capitular. Decoraban seguramente los cuatro muros, aunque el muro oeste se había perdido al sustituirlo por una arquería barroca.
San Pedro de Arlanza. En rojo, la sala de las pinturas
Se trata de unas pinturas poco comunes por su marco y temática profanos; el único conjunto similar en España parece ser el de la sala capitular de Villanueva de Sigena (Huesca). En ambos casos el contexto parece haber sido similar: una sala utilizada por los dignatarios que visitaban el monasterio, favorecido por la nobleza y los reyes; aunque en el caso de Arlanza la falta de datos no permite asegurarlo.
Otra reconstrucción de la disposición de las pinturas en la sala
Las pinturas estaban distribuidas por los tres muros originales conservados en la dependencia. En cada uno de ellos se encuentra un vano central a los lados del cual se distribuyen las escenas principales. Estas están distribuidas en cuatro bandas. La inferior es lisa de color granate; sobre ella se encuentra un friso con escenas y figuras diversas, blancas sobre fondo rojo o azul. Por encima de ella están los paneles principales, de grandes dimensiones; estos muestran, enfrentados a cada lado del vano, un animal cada uno sobre un fondo de decoración vegetal o arquitectónica; son las piezas más vistosas y de mejor calidad. En las enjutas de los arcos se disponen pequeñas figuras, básicamente aves y castillos. Coronándolo todo y uniendo todas las escenas corría un friso con motivos geométricos y vegetales del que apenas quedan restos.
Muro por muro, la decoración se dispone como sigue:
Muro norte: se inicia con un fragmento de escena con decoración vegetal, cuya continuación sería destruida por la reforma de la sala en época barroca que abrió tres arcos en el muro oeste. Sigue una puerta rematada con las armas de Castilla, un bonito castillo en oro sobre campo de gules. A continuación, los paneles principales. A la izquierda, una suerte de ave de largo cuello y patas, y bajo ella un friso de aves. El de la derecha no se conserva, aunque en dibujos se recoge un fragmento de ala que podría indicar otra ave similar, mirando en la misma dirección. Entre ambos paneles se hallaba una ventana en arco de medio punto de aspecto tardío apoyado sobre capiteles de decoración difícil de reconocer. Se conserva la pintura de una de las enjutas de esta ventana, con un bicho fantástico.
Muro este: en el centro de este muro se encontraba el acceso principal a la sala, en forma de arco escarzano con pequeños pájaros en las enjutas de los que se conserva el sur. Lo flanqueaban dos grandes leones afrontados junto a escenas arquitectónicas, la norte de aspecto islámico (o simplemente de tradición mozárabe) y la sur de apariencia románica. El mejor conservado es el sur; el norte está en paradero desconocido. Sólo se ha conservado el friso sur, con figuras de peces.
Muro sur: es el que mejor se había conservado. Estaba centrado en torno a una ventana geminada con un castillo pintado entre ambos arcos. Los dos paneles principales se conservan: el izquierdo con un imponente grifo y el derecho con un no menos espectacular dragón. Detrás de ambos, elementos vegetales. El friso inferior es el más variado de todo el conjunto; muestra diversas figuras animales, humanas o fantásticas interactuando en lo que casi parecen representaciones de fábulas, idea reforzada por la antropomorfización de los animales.
Podemos advertir en estas pinturas una distante influencia de la iluminación mozárabe, patente en el tratamiento de los motivos arquitectónicos y, sobre todo, en el empleo de bandas de colores planos como fondo de las figuras. Sin embargo, se encuentran mayores parecidos con las miniaturas de códices muy posteriores. Hay, en particular, similitudes notables con algunas de las miniaturas del Tumbo A de la Catedral de Santiago de Compostela (1) (2), sobre todo en la expresión de los leones con bigotes. Esto las situaría en la transición del Románico al Gótico, lo conocido como "arte 1200". Los autores de la obra, y también de las mencionadas miniaturas, podrían ser de origen británico.
Una crónica de 1563 señala que hacia el año 1138 el maestro Gudesteus o Endestens realizó las pinturas de la sala capitular, así como de iglesia y galerías; en algunos casos se ha asumido que se trataba de estas de las que hablamos. Sin embargo, no parece razonable asignar a estas pinturas una cronología tan temprana, por lo que podemos pensar que la obra de Gudesteo supuso la decoración, ahora desaparecida, de otra dependencia, quizá la planta baja de esta.
Créditos de las reconstrucciones: elaboración propia sobre dibujos de J. Sureda y J. Gudiol y fotografías de autores varios. De la fotografía aérea: elaboración propia sobre SigPAC